Cada comunidad indígena tiene características y necesidades muy particulares. Al elaborar una propuesta o buscar una colaboración para la mejora de sus condiciones de vida, en este caso desde la educación, se requiere de un conocimiento suficiente para comprender estas particularidades. Esta comprensión implica partir de sus necesidades y aspiraciones para trazar acciones y una ruta de trabajo. Al hacerlo, los miembros de la comunidad participan y colaboran en los proyectos con interés y motivación, lo que facilita en todos sentidos el desarrollo, la mejora y la sustentabilidad de cualquier iniciativa.
En esta primera parte se reconoce la importancia que tiene el conocer a las comunidades, su lengua y su cultura antes de realizar un proyecto educativo, así como adentrarse en las características de los servicios educativos con que cuentan.
El análisis integral del territorio debe considerar múltiples dimensiones que se encuentran interconectadas e incluyen, entre otros aspectos:
Conocer la historia, las características del contexto y los elementos centrales de la cultura proporciona una base sólida para el trabajo, la colaboración y cocreación de proyectos culturalmente pertinentes.
Conocer las características y condiciones de los servicios educativos con que cuentan las comunidades o a las que tienen acceso, permite identificar problemáticas y necesidades educativas.
Contar con amplio conocimiento de las formas y espacios de participación comunitaria y de la manera en que se desarrollan, contribuye al diseño y desarrollo de propuestas acordes a la organización comunitaria.
Conocer los roles de género y la situación particular de las mujeres permite identificar problemáticas que pueden abordarse en los proyectos, de manera que se promueva el desarrollo y aprendizaje igualitario de niñas y niños.
Adentrarse en la cosmovisión y en los conocimientos locales favorece la comprensión de las prácticas, tradiciones y saberes comunitarios, lo que resulta fundamental para que los proyectos sean pertinentes.